Si amenaza con destruirte llámalo Eva

«El que quiere nacer tiene que destruir un mundo.» Responde Max Demian a la llamada dolorosa de Sinclair. […] Para nosotros no había más que un deber y un destino: llegar a ser cada uno perfectamente él mismo, conformarse por entero a la semilla de la naturaleza en él activa y vivir entregado a su voluntad.

Desde que leí Demian de Hermann Hesse puedo decir que soy más capaz de apreciar la destrucción.

La destrucción ocurre cuando el mundo que tienes alrededor se desmorona, cuando poco a poco o de un zarpazo se rompe todo en pedazos, cuando lo conocido desaparece. Nuestra realidad se quema cuando con el paso del niño al adulto miras desde fuera la burbuja perfecta y observas todos sus fallos, la destrucción ocurre cuando decides no acomodarte mirando atrás -cualquier tiempo pasado nos parece mejor- y prefieres enfrentar el presente con visión propia, con misión nueva.

La destrucción llega siempre repentina y sin avisar y va quitándonoslo todo: las cosas feas y bonitas, las fotos, los buenos recuerdos, las tardes, los valores. Se llama destrucción porque nos obliga a ser conscientes de que las cosas a las que tenemos cariño también pueden ser feas, también pueden estar podridas y mustias, atrasadas.

La destrucción es un paso arrasador que nos deja mudos y cubiertos de cenizas. Lo que viene después es aceptación o lamento. Cuando al niño lo rompen -como en Descubriendo el país de Nunca Jamás- sólo le queda ser adulto, pero puede elegir ser un adulto frustrado o un adulto nuevo.

Si algo te destruye, llámalo Eva.

Eva destruyó el paraíso y creo con Adán a todos los hombres. Eva es la madre de todas las madres. Eva es la madre de Demian. Eva enamoró a Sinclair.

Llámalo Eva porque Eva significa que después de la destrucción se crea algo nuevo. Igual que el Ave Fenix nace de las cenizas Eva regenera desde la base que queda -creo que entiendo ahora porqué a los huracanes les ponen nombre de mujer, para no perder la esperanza-.

Eva es un huracán que llega a la vida y lo destruye todo: los principios, los valores, los horarios, las convicciones, los escudos, la lógica, la ética, la consciencia, los intereses, las creencias, la historia, el camino, las alegrías, las tristezas. Te deja en blanco como quien no siente ni padece y se pasa entonces la vida, mustia, sinsentida. Te hunde en lo más profundo, te extiende la mano para que subas al muro con ansia suicida. Tú miras abajo, al abismo, al nunca, y miras luego detrás, a la destrucción, al desierto, vislumbras incluso el cariño que hubo (y ya no hay) entre las cenizas.

Eva no cierra los ojos, Eva te mira. Valiente, aun estás de pie. Eva te cuestiona, Eva te implora a decidir y se abren ante ti tres caminos: uno hacia abajo, otro hacia detrás, el último delante. Abajo está la muerte, fin, rápida, sin salida. Pero eres lo suficientemente cobarde como para no elegir aquello que no tiene vuelta atrás. Detrás puedes salir huyendo, cobijarte, cubrirte, vivir en pasados, en podridos, en rancios, acomodarte en lo mustio. Al menos está calentito. Delante está ella. Deseas escupirle en la cara. Puede que la odies muchos años. Ella lo ha destruido todo, ella quiere que aceptes la destrucción y que sigas. Pero no olvides que es madre. Una madre sabe más que tú sobre nacer.

Llámalo Eva porque ella limpia, porque entonces la destrucción ocasionada será necesaria para crear algo, para regenerar, para nacer, para ser de nuevo. Llámalo Eva porque mientras se llame así, sabrás que por mucho que duela no es el fin, que aunque reviente hay esperanza, aunque cruja, aunque queme, el resultado será abrir los ojos a un nuevo mundo:puede que no más alegre, pero impecable, distinto, desafiante. No carcomido: vivo.

«Obediente, cerré los ojos y sentí un leve beso en los labios, sobre los cuales tenía siempre un poco de sangre.» Demian.

@suahuabs

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