Corazón desabrochado

¿Sabes? Tengo el mejor trabajo del mundo. Nunca me he quejado, pero tampoco te lo había dicho nunca. Hoy, después de esa entrevista preciosa que te han hecho en La Ser para celebrar los 15 años de carrera, lo he estado pensando: tengo el mejor trabajo del mundo. ¿Recuerdas cómo nos conocimos? Tú y yo, visitantes asiduos de Libertad 8, tú con tu guitarra los días de micro abierto, yo a buscar inspiración, a hablar, a mirar, a escribir. Un día me hiciste subir a leer un micro relato, qué vergüenza pasé, yo escribo más para dentro, como regalo, dedicado, ya lo sabes tú.

¿Sabes? No has cambiado nada. Bueno, en verdad has cambiado mucho, cada día eres más mujer y estás más guapa. Pero esa sonrisa, ¡qué bonita! Esa no ha cambiado. Recuerdo perfectamente aquellas noches, tu voz alegre y con fuerza, la sonrisa antes y después, el gracias sincero al público. ¡Cómo disfrutabas! Y cómo sigues disfrutando. No importa la gente que te rodee, lo grande que sea el escenario, los has conquistado todos con esa sonrisa, con esa cercanía que lo transforma todo en un bareto íntimo, a solas, sin juegos de luces, con canciones, que es lo que más te gusta.

A mí, no hay cosa que me guste más que mirarte. Bueno sí, escribirte, promocionarte, contar de ti. Eres tan agradecida, que se me olvidó hace mucho lo que son los lunes, lo que es una oficina. Aquí no voy a trabajar, voy a la vida. Aprendí a mirarte en aquel bar, aprendí a hablar contigo y aprendí a quererte. ¡Qué sencillez, qué dulzura la tuya! ¡qué poco artista y a la vez qué tremenda! Durante días no pude parar de escribirte y aún hoy lo sigo haciendo, por placer y por trabajo. A veces puede ser tedioso, tantas ruedas de prensa, tantos teléfonos, pero qué sencillo se me hace.

Doy gracias todos los días de que aprendieras a quererme tú también. La primera cita a solas, la primera canción que me dedicaste ¡qué delicia! Y aquellas noches, de bar en bar por Lavapiés, las risas, tu infinita sonrisa, qué fácil me pusiste enamorarme y qué delicia ser correspondida.

¿Sabes? Tengo el mejor trabajo del mundo. Tú, la chica de las ideas, yo, la relaciones públicas tímida, qué incongruencia ¿no? Pero qué bien sabías quererme, qué bien lo sigues haciendo. Yo, madrileña; tú, provinciana. Qué fácil fue que conocieras a todo mi entorno, qué fácil convencerlos para que cantaras: en sus casas, en sus bares, en sus fiestas, a sus amigos. Cuánto te adoraban y te siguen adorando, cuánto amor en todas las miradas que se te acercan, y cuánto más lo hacen, más fuerte te quiero yo también.

Entonces, la fama.

-Ayúdame.

Millones de visualizaciones en Youtube, miles de discos vendidos, conciertos. ¿Cómo gestionarlo? ¿Cómo se siente pánico de ser lo que uno siempre ha querido? Porque tú estabas a gusto siendo, porque no querías ser famosa, querías cantar, querías hacer canciones, querías hacer música. Y querías compartirla. ¿Se puede compartir música a escala mundial sin renunciar a esa parte sensible del yo propio?

-Claro que te ayudo.

Y te creamos.

Bueno, no te creamos, porque tú ya eras y porque sólo tú podrías decirme que te ayudé a crearte. Te creamos porque montamos la oficina, porque me hice tu manager, porque convencimos a nuestros amigos comunes para ser la primera banda.

Yo siento que aquel día me casé contigo. Aquel “te ayudo” fue el “sí quiero” más convencido que he dado en mi vida. Aquel día tú elegías tu vida y yo elegía la mía, unidas para siempre. A veces, cuando estamos solas, cuando tienes un bajón, me miras con esa cara de amor tan tuya y te preocupas de que te siga a todas partes, de que viva para tu proyecto de vida. Yo siempre te respondo que esta vida es en verdad la mía, porque no soy yo la que va detrás de ti, sino tú, la que vienes dónde yo te fecho los conciertos y las entrevistas. Entonces te ríes con esa carcajada tuya y me abrazas.

-Te quiero.

-Lo sé – sonrío acariciándote los mechones morenos.

Tú, la chica de las ideas. La chica de las canciones, la de la música. ¿Cómo iba a decirte que no a esa propuesta? ¿Qué habría hecho si no? Quedarme en Madrid, trabajando donde pudiera, contando las horas y los cambios de horarios para llamarte en tus giras por el mundo, echándote de menos. ¿Te imaginas? Puede que ahora no estuviéramos aquí, que yo no te estuviera contando esto, puede que yo no tuviera toda esta vida que me recorre las venas y que me da verte, escucharte. A veces, me pregunto si me cansaré algún día, pero supongo que es lo que tiene el amor que se elige, que se vive con conciencia, que se sabe libre para renunciar si es necesario, que oye, la oportunidad no llega nunca.

Gracias por dejarme entrar en este matrimonio contigo misma. Gracias por hacer que mi trabajo seas tú. Pero, sobre todo, gracias por ser, porque siendo, eres el personaje de todas mis historias, de todas mis cartas, de todos mis poemas. Porque siendo puedo acompañarte eternamente, porque nos has unido al mismo destino. Porque te subes al escenario y eres con la gente. Porque te bajas y eres mía. Porque la chica de las ideas no quería renunciar al amor, ni a la vida terrena. Porque la chica del corazón desabrochado, prefería ser a estar. Porque me elegiste.

Y ¿sabes cuál es el mejor regalo? Que nunca habría imaginado una vida más literaria que la mía, más llena de historias por contar. Cada día a tu lado, conozco a personas de todos los lugares y condiciones, vivo entre distintos continentes, somos partícipes de diferentes culturas, la gente que nos conoce te adora, te cuenta sus historias propias, sus amores. Porque esos seis meses completos para descansar cada dos años –ese descansar que nos encanta, en el que madrugamos cada mañana, tú para componer en una punta de la casa, yo para escribir en el ala contraria y encontrarnos en los puntos comunes del día- son la delicia de mi vida. Esta vida supera todas las expectativas.

Por eso, hoy, quería decirte que gracias por no renunciar a mí, gracias por no renunciar a ser, gracias por vernos pasar los años juntas. Gracias por esa mirada tan limpia, gracias por no tenerte que haber bajado ningún día a la tierra porque siempre estás en ella. Gracias por hacer de tu trabajo tu pasión y por tomarte tu pasión como un trabajo. Gracias por mirarme de esa manera hace 20 años y crear nuestra vida. Pero, sobre todo, gracias por confiar en mí y dejar tu sueño en mis manos. Gracias por dejarme acompañarte, por dejarme cuidarte, por concederme tu mirada todas las mañanas en algún hotel del mundo y tu sonrisa todas las noches, agotada y feliz, después de haber temblado, gritado, bailado, sentido y sido, en cada escenario.

@suahuabs