Yo ya sé de qué va esto y no me interesa lo más mínimo (O la historia de la gente buena)

Érase un hombre bueno, un hombre de esos que piden por favor y dan las gracias, que escuchan más o menos a los de su alrededor, que sus padres le enseñaron unos valores que él mantiene, que intenta llevar su vida con la mayor coherencia que puede. Un hombre de esos que en su trabajo hace su trabajo, que es amigo de sus amigos, y que ¿por qué no? Sabe que no es perfecto y se esfuerza por mejorar, que se duele a sí mismo cuando se ve que no hace lo correcto, que pone las noticias y le fastidia ver lo loco que está el mundo.

Hace unos años este hombre bueno luchaba por algo. No me acuerdo cuál era su causa, pero creía en ella. Pensaba: «jolín, eso no está bien, hay que hacer las cosas bien». Y creía en ello, pasaba su tiempo investigando, pensando, conversaba con los demás. Pero a su alrededor nadie le entendía: «no tiene solución», «esto es así», «tonto tú que no lo haces también», «¿pero por qué te importa tanto?». Podía ser una causa grande, como que los políticos no roben, que haya más dinero para investigación médica, que no se discrimine a otro por razón de sexo, raza o religión, que se acaben las guerras. Y otras veces era una nimiedad, como lo es que el deber de un estudiante es estudiar, que el de un profesor es preparar lo que va a dar, que el de un cirujano es operar, que el de un barrendero es mantener limpia la calle, que el de un político es mirar por el bien común. Pero ni siquiera esto era fácil.

¿Por qué? Porque todo el mundo está tan acostumbrado a seguir la corriente, que cuando la corriente se tuerce, todo se tuercen con ella, nadie vuelve a encauzar el río. El hombre bueno a veces se ponía en medio del caudal con las manos extendidas y decía: «eh, eh, que por aquí no es, que esto no está bien». Pero la gente pasaba, como el agua, entre sus dedos, y además lo mojaba. ¿Y sabéis qué? Que los socorristas no recomiendan nadar contra la corriente, porque es muy probable que te ahogues, recomiendan que te dejes llevar y no luches contra el agua. Y el hombre bueno no se quería ahogar. Pensó que valía más su vida, que valía más su alegría, su energía, para malgastarla así. Si al menos alguien lo entendiera y apoyara…

Pero tampoco podía seguir la corriente, eso le dolería, y no podía, no estaba bien. Así que decidió hacer su propio surco, no podía cambiar a los demás, pero sí podía trabajar por sí mismo. Y mientras el río se desbordaba e inundaba los campos, un pequeño riachuelillo seguía un camino distinto volviendo a regar las flores de la rivera. Ahí es donde están los hombres buenos, pasando del resto, creando sus propios pequeños caminos. Porque no merece la pena, porque si todos van a su bola, ellos también.

A veces, otra gente buena, nueva, cuando se acerca y se maravilla con su hacer, les pide, les implora: «¿pero tú sabes lo que está pasando? ¿cómo es posible que esto ocurra? ¿no te duele?». Y el hombre bueno nunca le cuenta su historia, a veces responde un poco reticente, pero otras solo se encoge de hombros, asiente y le dice: «Claro que lo veo, pero es muy difícil, inténtalo tú.» A veces se vuelve a emocionar (los hombres buenos nuevos tienen mucha energía) y los dos se ponen de nuevo contra la corriente, los dos proyectan de nuevo toda su esperanza. Pero en la mayoría de ocasiones, el nuevo hombre bueno vuelve cansado de su intento, y sólo se miran, a veces se dicen algún dicho de sabiduría popular, o se ponen esa cara que tiene la gente buena. Pero sea como sea, acaban pasando del resto, a veces juntos, y amplían en lo que pueden su riachuelillo, al menos ahora se tienen.

Y así es como los hombres buenos se cansan del resto. Porque como decía Jose Luis Sampedro «Yo ya sé de qué va esto del mundo, y no me interesa lo más mínimo.» Pero así es también cómo los hombres buenos crean, así es cómo nos regalan su tiempo, así es cómo te crían, cómo te enseñan, cómo operan, cómo te hablan. Con una esperanza que se late en sus ojos, una esperanza que la corriente no les quita aunque a veces no te lo reconozcan, con un inconformismo de raíz, de ser y con la humildad de su buen hacer, que habla por si solo, y que tú, si eres hombre bueno también, si eres consciente de este mundo de locos, agradeces y admiras.

@suahuabs