Pacifista

Una de las mejores cosas que he conseguido en terapia es la paz.

De pequeña me gustaba ir a misa los sábados a leer la segunda lectura y cantar en el coro. Cuando mis padres me llevaban los domingos a la de niños, recuerdo que el momento de la paz era un jolgorio. Nos dábamos besos y codazos, corríamos por toda la iglesia a abrazar a los nuestros antes de que se acabara el tiempo.

Una de las formas de violencia más abrumadoras es la violencia pasiva.

Que te peguen es doloroso, que no te abracen… ¿qué es?

Que te griten es doloroso, que no te hablen… ¿qué es?

Que te lo nieguen todo es doloroso, que no te pregunten… ¿qué es?

La violencia pasiva es paz con tufillo. Es la superficie del lago Ness. Si ya es complicado identificar lo que está mal ¿cómo se conoce lo que falta?

El estómago se revuelve. La ansiedad vive instalada en el pecho. Algo, una intuición, le dice al niño que su existencia es incorrecta, que está mal. Se gira, busca respuestas, pero todo es silencio, todo está en calma, todo está ¿bien? Todo menos su corazón. Su alma late en el pecho como un ternero que ha soñado con un lobo, lo busca por toda la granja, se esconde de él. Pero no hay lobo.

La terapia es socrática.

Admiro profundamente a Laura mi terapeuta y cómo maneja la teoría y la práctica, el arte y la ciencia, para aplicarla a lo que le cuento. El trabajo de un psicoanalista es hacer las preguntas correctas. Y en tiempo real. Es sacar la conversación correcta. Es conseguir que hables y hablando llegues a tu propio conocimiento, al conocimiento de ti mismo.

Es brutal.

Y lo más brutal de todo es encontrar al lobo.

Descubrir que no hay lobo, que es solo una sombra, que es solo un espejo.

Lo más sanador es ser capaz de coger a tu terapeuta de la mano por el túnel oscuro, y patalear, y llorar, y decir mil veces no puedo, correr y querer regresar. Es pasar 100 veces por la puerta del túnel sin detectarla y que un día aparezca. Es no querer entrar y un día hacerlo. Es, de pronto, señalar la oscuridad.

Conocer es paz. La verdad es paz. Aunque duela es paz. Entender la violencia y señalarla es paz. Sobreponerte a ella es paz. Sentir que es obvio que no había lobo, o descubrirlo en un rincón escuchimizado y sin dientes, es paz.

Es paz contigo mismo.

La mejor paz.

Paz es que desaparezcan los nudos en el estómago, es perdonarte tu propia imperfección. Es no juzgarte. Es quererte y acariciarte.

Desde que conozco la paz soy activista contra la violencia pasiva. Porque el silencio no es paz, la seguridad no es paz. Es paz con tufillo.

Soy activista contra los lobos que son sombras.

Y quiero levantar la voz ante las quejas. Levantarla ante los reproches, ante las no preguntas, ante los no abrazos. Prefiero la violencia activa a la pasiva. El conflicto es un paso previo. Prefiero la no paz a la paz con tufillo.

Nadie me puede quitar lo vivido, lo bailao. Nadie me puede quitar la conversación con Laura, la terapia.

Mi paz ya la llevo conmigo.

A la paz aspiro.

La paz de verdad.

@suahuabs

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