Formas de llegar a mi marido

Conozco a mi novio desde que tengo 6 años.

Siempre nos hemos mirado
siempre nos hemos gustado
a veces nos hemos liado
nunca hemos creído en un nosotros.

Pero hace unos meses…
algo se nos movió dentro
volvimos a mirarnos
a liarnos
a tocarnos
a bebernos los cuerpos
y de pronto
nos besábamos lento
esperábamos los mensajes del otro
sentíamos mariposas al encontrarnos.

-¿Y si apostamos por algo más?

Imposible.

Nos conocemos demasiado.
Nos gustamos demasiado.
Somos demasiado gamberros juntos.
demasiado despreocupados
demasiado imperfectos
demasiado felices…

Imposible.

Nos queremos.

Imposible ser algo más porque si nos gustamos y nos queremos, ¿no nos haremos daño? ¿no romperemos 21 años de amistad?

Me miró entornando sus ojillos y me dijo:
-Arriesgarse es antisistema,
dar sin esperar a cambio es antisistema,
no saber cómo va a terminar
fluir, dejarse, jugársela,
enamorarse es antisistema…
y yo estoy enamorado.

Me estrechó la mano
y yo,
que ya sabía que lo quería,
que sé que lo quiero;
que me divierto cuando está cerca
que lo admiro
que me atrae su forma de ser
de mirar
y su cuerpo;
yo,
cerré los ojos y asentí:
-Vamos a intentarlo.

Un día después
tuve la certeza
de que él
va a ser mi marido.

Que lo quiero conmigo más que a nada.

Una paz extraña me recorre el cuerpo
porque en él me veo
él me acoge
me refleja
me escucha
en él me expando
y soy.

Estoy enamorada.

Y una parte de mí sabe
que va a ser mi marido.
Lo intuyo
lo tengo
lo hago mío.

Y eso
que a veces lo temo.
Es un hombre libre
complejo
interesante
divertido
perspicaz.

Temo su libertad porque no puedo coartarla
no quiero
asirla
porque siempre puede sorprenderme
pero justo eso
es lo que me enamora
lo que lo hace tan maravilloso.

Por eso
confiaré siempre
(o eso trataré).
Lo dejaré estar
y que juntos
seamos.


Muchas veces he escrito sobre él en mi vida, ya os digo, lo conozco desde que era niña y nos hemos mirado siempre.

Aquí van dos historias que me inventé con él en dos momentos distintos: una como pareja sin amor, otra como amantes.

Supongo que nos tenía por figuras trágicas
claro que
(afortunadamente)
somos más listos que eso
hemos sido capaces de apostar por nosotros mismos
(leer, mimarse, terapia).

Ahora,
ninguna de las dos historias es cierta
nos amamos
y daremos el paso.

Ojalá para siempre.


PARTE I

Y entonces, después de mucha o poca vida, llegará el fracaso, el tiempo de estancarse. Ella volverá a la ciudad de siempre y él seguirá allí, igual de inteligente y pillo, igual de solo.

Quedarán, por los años anteriores, y todo volverá a ser como las demás veces con el único cambio de que ella ya no se resistirá a su tentación de siempre y él tendrá más ganas que nunca. Entonces se probarán una vez más y sabrán distintos, sabrán a años y sabrán mejor. Esta vez se la llevará a su terreno, esta vez ella querrá ir y harán el amor que siempre habían imaginado juntos.

Y les gustará.

Sabrán que son su única y última oportunidad, estarán cansados ya de tanta incomprensión, de tanto mundo ingrato y se dejarán, empezarán algo más sin nunca enamorarse, seguirán, se casarán y serán felices porque se llevarán suficientemente bien, porque se conocen demasiado y se quieren bajo las sábanas. Pero sobretodo porque nunca tendrán problemas de celos por muchos otros a los que ambos amen sobre un colchón, porque los habrá. Porque son personas de amor a flor de piel, porque se entienden y entenderán que la felicidad del otro depende de otros, igual que la suya.

Serán amantes sin amor y de vez en cuando se preguntarán si aquel cuento de hadas que tantas veces les contaron existe de verdad y por qué ellos no pueden formar parte de él.

PARTE II

El día que ella volvió a su ciudad llevaba varios años siendo infeliz. Había sido pareja de un hombre correcto, se había casado con él por desidia y había dado a luz a una niña para que llenara todos sus huecos; sin éxito. Siempre que fumaba se fumaba dos o tres pitis seguidos, en pocas caladas, casi sin respirar en medio. Y eso que ella siempre había estado en contra de fumar.

-Ya ves, la vida – le dijo a él apurando su café.

Él la miraba atento. Hacía mucho tiempo que no se veían, al menos un lustro.

Él también era infeliz. Había empezado a salir con una chica que lo necesitaba, que le exigía tiempo, que se bebía su alma y por no saber decepcionar, hacer daño, ni decir que no, se había casado con ella. Estaban intentando tener un hijo pero no llegaba.

-Maldita vida adulta – torció él la boca después de contarle los mil viajes a la clínica de fertilidad.

Eran amigos, habían sido amigos. Pero no tanto como para contarse lo que de verdad les dolía en lo más profundo. Tal vez, ni siquiera eran conscientes: ella sabía que fumaba compulsivamente, él que le tocaba intentar fecundar a una hora determinada del día.

Algo en sus almas se pudría inevitablemente y, en aquel café, se miraban a los ojos y sentían ese dolor. Dolor y luz. De adolescentes, de jóvenes, se habían deseado pero nunca habían llegado a nada. Esa luz. Ahora, intercambiaban palabras y, salvadas las primeras barreras del tiempo, empezaban a reír, a recordar, enganchaban con cervezas, la noche caía y la luz en sus ojos se hacía más grande, la complicidad crecía.

Qué bien estaban.

Joder.

Recordaron los besos que se habían dado y se miraron tanto a los ojos que volvieron a besarse. ¿10? ¿20 años después? Sabían a lo mismo y sabían bien. No pensaron demasiado y ella le tocó la cara, él le metió las manos por la cintura, le acarició la espalda. Se sonrieron, no pensaron demasiado y buscaron una cama, una excusa, un desliz. Se hicieron el amor y acabaron sudados, riendo, en paz.

Luego fueron conscientes.

-Mierda – dijo ella.
-Joder – dijo él y se puso la ropa interior.
-Que no salga de aquí.
-No, que no salga.

Asintieron.

-Me ha gustado – sonrió ella y le acarició la cara.

-Y a mí – suspiró él con media sonrisa. Luego cambió el gesto – tengo que irme.

Ella lo besó de nuevo en los labios, se vistió también y se separaron.

En sus vidas infelices se había abierto una grieta, un secreto. En otro tiempo, con otros amores, se habrían culpada, delatado, pero no lo hicieron. Ella estuvo dos días sin fumar porque se dejó el paquete en la cama.

Y volvieron a verse. Y se amaron.

Se vieron de nuevo y se amaron.

Y la grieta en las infelicidades se convirtió en barranco y se llenó de agua, pero no separó la tierra. Los hizo cuestionarse, pero nunca decidirse. Quererse siempre que fuera bajo las sábanas y darse la espalda al despedirse.

Tenían sus vidas montadas y aunque se amaron, ya para siempre, nunca abandonaron sus vidas mediocres, sus responsabilidades ni sus miedos.

Jamás se eligieron, jamás se amaron de verdad.

@suahuabs

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